El Dilema: De Viaje Con Una Cámara Compacta

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El Dilema: De Viaje Con Una Cámara Compacta

A principios del 2019 realicé una misión fotográfica por encargo que representó un gran reto personal: viajar a África con una sencilla cámara compacta.

He realizado multitud de misiones fotográficas a lo largo de mi vida profesional; reportajes para revistas, para organizaciones de conservación de la naturaleza y muy a menudo iniciativas personales a mi propio cargo. Sin embargo, a finales del año 2018, ahora hace 6 meses, recibí un encargo fotográfico atractivo y original a partes iguales por parte de un gran cliente.

LA MISIÓN

La misión consistía en escoger un país del mundo –cualquiera, siempre que respondiera a las necesidades del encargo- viajar a él y realizar una serie de imágenes con una cámara prototipo que todavía no estaba en el mercado.

El cliente era PANASONIC y la cámara era una LUMIX compacta de gama media, sencilla, sin objetivos intercambiables. Las fotografías realizadas servirían para el lanzamiento mundial de ese modelo, un par de meses más tarde. De hecho recibiría, a principios de enero del 2019, dos prototipos acabados artesanalmente directamente desde Japón, y a finales de ese mismo mes las fotografías ya deberían estar en el departamento de marketing correspondiente de Panasonic Europa, en Alemania. Una vez aceptado el encargo, firmé un contrato de confidencialidad que me obligaba a no mencionar, ni verbalmente ni a través de redes sociales ni de otros medios, mi destino, el modelo de la cámara, ni el propósito de mi viaje. Por si fuera poco, los dos prototipos eran susceptibles de no funcionar correctamente en todas sus funciones, ya que eran eso, prototipos que todavía no estaban en producción.

El reto personal era muy interesante, pero me planteaba de inmediato diferentes dilemas que debía resolver.

¿Sabría manejar la cámara con todas sus funciones, teniendo en cuenta que nunca antes había utilizado una cámara compacta de esa línea, y que no existían manuales de instrucciones que poder consultar para ese modelo que todavía “no existía”?

¿Podría sacar suficiente partido fotográfico a un destino natural con una cámara de gama media con limitaciones, acostumbrado a mis equipos profesionales con los que siempre viajo?

¿Llegarían a tiempo los prototipos desde Japón, antes de mi partida?

Oryx en las dunas del desierto. Clika la imagen para ampliar.

Por si fuera poco, en el momento de recibir los dos prototipos, no existía software capaz de reconocer las imágenes en formato RAW de la cámara en cuestión. Ese hecho me obligaba a disparar todas las fotografías en formato JPG. Aunque a priori, un fotógrafo profesional debería ser perfectamente conocedor de los límites del formato JPG para poder obtener los mejores resultados posibles, en la práctica y trabajando en condiciones poco controladas (luz cambiante, fauna en acción, etc.) conseguir resultados óptimos podía ser algo más exigente.

La cámara en cuestión es la Lumix DC-FZ1000II. Aunque las características técnicas son la parte que menos me interesaban al escribir esta entrada en mi blog, mencionaré que es una cámara de 20 megapíxeles con un objetivo zoom no intercambiable que va desde los 24 hasta los 400 mm, bastante polivalente y lentes Leica, pero con las lógicas limitaciones de un equipo de esa gama.

Tras varias propuestas, el destino elegido fue uno largamente deseado: Namibia. Siempre es estimulante fotografiar nuevas especies y paisajes, y aunque he trabajado ampliamente en África, Namibia podía ofrecerme paisajes muy diferentes que aportaran variedad al reportaje final, frescura a mi mirada fotográfica y de paso me enriqueciera humana y personalmente visitando un nuevo rincón del planeta con el que emocionarme una vez más.

Finalmente los prototipos llegaron a tiempo. Realmente se notaba que el acabado era artesanal, pero disponía de dos cámaras para poder trabajar cómodamente. Las probé durante dos días y al tercero, volé hasta Windhoek, capital de Namibia. Antes de comenzar el recorrido de casi un mes que me llevaría al sud del país, decidí darme una licencia y tomé un vuelo hasta las cataratas Victoria, las mayores de África y famosas porque forman parte de un episodio romántico y épico de la exploración del continente. Su descubridor, David Livingstone, desapareció durante varios años, hasta que el periódico New York Herald organizó una expedición de rescate para localizarlo. Allí, el jefe de la expedición, Henry Stanley, encontró al explorador desaparecido y pronunció la mítica frase «el doctor Livingstone, supongo».

Pelícano en la costa de Namibia. Clika en la imagen para ampliar.

De vuelta a Windhek, y con un todoterreno equipado con cocina, nevera y tienda de campaña, recorrí los diferentes espacios naturales del sud y el centro de Namibia, como las dunas del Namib, el Fish River Canyon (el segundo cañón más grande del planeta), la bonita región de Sptizkoppe y la zona costera de Walvis Bay, con dunas de diferentes matices y la increíble colonia de leones marinos de Cape Cross, que este año tenía censados más de 250.000 individuos.

LA RENUNCIA

Debo reconocer que los dos primeros días fui deshonesto o pequé de inseguridad. Antes de salir de casa incluí en mi equipo mi Lumix G9, una cámara mirrorless con varios objetivos intercambiables de gama alta. Mi idea inicial era la de realizar las fotografías con la cámara compacta, para luego repetir las imágenes con la G9, que me daría más calidad y me permitiría trabajar en RAW. De ese modo, podría cumplir con el encargo de mi cliente y al mismo tiempo generar algunas imágenes que poder publicar en revistas o enviar a mi agencia para su comercialización, presuponiendo que las obtenidas con la cámara compacta no tendrían la calidad suficiente para ese propósito. Mi estrategia funcionó bien; al menos la primera hora. Durante la segunda, comencé a sentirme incómodo, y a notar que no estaba dando todo el potencial de mi mirada fotográfica. Resultaba enormemente tedioso trabajar la misma fotografía dos veces y andar cambiando de equipo en cada situación. Aquella misma noche, en el restaurante de mi hotel, decidí que no utilizaría más la mirrorless, y que realizaría todo el viaje utilizando solo la cámara compacta.

Aquella decisión fue la mejor que pude tomar. Desde aquel momento me relajé, asumí las limitaciones de la cámara y me dediqué a disfrutar con ella. De hecho, mi cliente no me había contratado para obtener imágenes técnicamente perfectas. Es más: el límite de la perfección y de la definición óptica lo marcaba su propio producto. En realidad me estaban contratando por mi visión fotográfica, por mi mirada personal y mi forma de captar y transmitir los paisajes y la fauna que tanta sensibilidad despiertan en mi. En realidad, era un privilegiado.

Gecko de cristal en las dunas del Namib. Clika en la imagen para ampliar.

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